Lunes, 13 Octubre 2025 09:20
(Última modificación: Lunes, 13 Octubre 2025 09:21)
En esta primera sesión de tutoría entendí que mi investigación no trata solo de describir un borde, sino de observar qué ocurre cuando ese borde se vive y se transforma en vínculo. El acceso universitario, que muchas veces pasamos sin mirar, apareció en la conversación no como una simple línea de control, sino como un espacio en disputa entre la lógica institucional y las prácticas de quienes lo usan todos los días.
Hablamos de liminalidad no como una teoría abstracta, sino como una manera de mirar esos espacios donde nada está completamente definido. Ahí el acceso deja de ser solo un filtro y se vuelve escenario de encuentros, pausas, atajos, desvíos o incluso rechazos. Es en esas acciones cotidianas donde se revela la tensión entre control y vida diaria.
Mi tutor me hizo ver algo importante: no importa solo la fuerza del límite, sino las pequeñas tácticas que lo hacen poroso. Eso abrió la posibilidad de analizar el vínculo universidad-ciudad desde los recorridos, las trayectorias y los usos reales, más que desde el plano o el orden previsto por el diseño. También me señaló que mi trabajo profesional en proyectos universitarios no debe quedarse como un antecedente técnico. Haber estado dentro de esos procesos me permite ver no solo lo construido, sino las discusiones, decisiones y ajustes que dieron forma a esos accesos. Esa mirada desde adentro puede volverse una herramienta crítica para la investigación.
Salí de la tutoría con más preguntas que certezas, y entendí que eso no es un problema, sino una señal de que el tema empezó a abrirse. Dejé de mirar el acceso como objeto y empecé a verlo como situación, como espacio que no se define solo en el diseño, sino en la manera en que se habita.