Lunes, 06 Octubre 2025 09:34
(Última modificación: Lunes, 06 Octubre 2025 09:50)
Durante un viaje reciente a Chicago, dos lugares completamente distintos me llevaron a pensar en una misma pregunta: ¿qué pasa cuando la arquitectura decide borrar sus límites?
La primera respuesta la encontré en la Farnsworth House, de Mies van der Rohe. Una obra tan precisa como radical: una caja de vidrio suspendida sobre el paisaje, donde el interior y el exterior se funden en una misma atmósfera. Mies buscaba la pureza espacial, la continuidad visual, la idea de habitar el paisaje sin mediaciones. Pero en esa búsqueda de perfección moderna, la experiencia cotidiana se volvió difícil. Edith Farnsworth, su propietaria, terminó por sentirse expuesta, vulnerable, observada. La transparencia que prometía libertad terminó volviéndose una forma de encierro. Sin muros que delimitaran la intimidad, el habitar perdió su sentido de refugio.
Días después, al recorrer el campus de la University of Illinois Chicago (UIC), me encontré con otro tipo de apertura. También aquí los límites son difusos: no hay rejas ni bordes que separen la universidad de la ciudad. Pero, a diferencia de la casa, esta condición funciona. El campus se mezcla con el espacio urbano, las calles se transforman en pasillos y los patios en puntos de encuentro. En este contexto, la apertura no amenaza, integra. La ausencia de barreras permite la circulación, la convivencia y el aprendizaje compartido.
Estos dos casos muestran que los límites no son solo elementos físicos: son acuerdos entre el espacio y quien lo habita. En la vivienda, el límite protege; en las universidades, el límite puede volverse permeable. Son los espacios liminales los que median entre lo privado y lo colectivo, los que permiten que el habitar se transforme en toda una experiencia.
Si en la casa el límite resguarda, en la universidad el límite conecta. En los campus abiertos, los bordes se convierten en zonas de transición, donde el aprendizaje se extiende más allá del aula y la arquitectura promueve la pertenencia.
Esta idea orienta mi investigación: comprender los accesos y bordes universitarios no como límites de separación, sino como territorios de relación entre la universidad, la ciudad y la comunidad. En estos espacios intermedios, que no son del todo públicos ni completamente privados, la arquitectura adquiere una condición mediadora: deja de dividir y comienza a conectar.
Reconozco que esta hipótesis podría no aplicarse de forma lineal en el contexto de Guadalajara, donde las dinámicas urbanas y sociales presentan otras complejidades. Sin embargo, es precisamente esa incertidumbre la que impulsa mi investigación y da sentido a la exploración crítica del espacio universitario.
*Reflexión escrita a partir de mi visita a Chicago en 2025, como parte de mi proceso de investigación dentro de la Maestría en Procesos y Expresión Gráfica en la Proyectación Arquitectónica-Urbana (MPEGPAU), Universidad de Guadalajara.