Blog personal de José Luis Valencia Abundis
por José Luis Valencia Abundis
  • Una diferencia sobresaliente entre la época urbana de más de tres mil años y la de los últimos dos siglos que nos preceden, es una infinidad de adelantos tecnológicos, sin una concepción social, que no sea el progreso de la ciencia y la economía global. Nuestra realidad desde hace doscientos años, en un entorno global de múltiples invenciones mecánicas, electrónicas y digitales, cuyas partes se estructura en una cadena evolutiva, que cada vez más alejan de todo propósito racional y humanamente autónomo . Esta explosión tecnológica ha generado una hipertrofia de los complejos sistemas funcionales y de organización social. Las ciudades a lo largo de la historia de la civilización se han reforzado en un receptáculo de nuevos centros de poder político, militar y económico. Somos testigos de una creciente degradación del poder urbano que nos regresa a un estado de casualidad e imprevisibilidad. Nuestra civilización urbana está perdiendo el control, anonadada por sus mismos recursos inovativos y la imposibilidad de su sostenibilidad derivada de la enorme capacidad de destrucción de nuestra naturaleza humana. Nuevos sistemas corporativos que dominan el control de la economía globalizada actúan implacablemente tratando de imponer un control del consumo masivo de bienes y servicios, y el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones digitales. Aún después de haber logrado el poder y el control centralizado de las ciudades globales a través del corporativismo económico, puede verse una incapacidad para llegar a una solución orgánica del problema de la cantidad, congestión, masividad e impacto de la tecnología y el consumismo.

    Todo centro megalopolitano hipertrofiado de hoy, y toda ruralidad exterior impactada, exhiben los mismos síntomas de desorganización política e ingobernabilidad, acompañados de síntomas no menos patológicos de contaminación, insalubridad, inseguridad y violencia. Es indudable que el crecimiento de una ciudad debe quedar a cargo de una autoridad representativa; y que los mejores resultados solo se pueden obtener si esta autoridad cuenta con el poder necesario para reunir y conservar la tierra, proyectar una sociedad urbana incluyente, distribuir cronológicamente el orden de construcción y proporcionar los servicios necesarios. Los agentes más esenciales del desarrollo urbano no quedarían a cargo de las inversiones individuales, interesados en lotes específicos, casas específicas y terrenos comerciales específicos; pues el ejercicio individual de la previsión sin el espíritu de lo colectivo no podría producir el equivalente de un conjunto coordinado y significativo de una comunidad actuante. Tampoco se reconocería solamente la responsabilidad de la ciudad, en lo tocante al bienestar de sus habitantes, cuando el esfuerzo privado sin control crea por su actividad misma el máximo desorden urbano .